jueves, abril 13, 2006

En una tarde kualkiera

Ayer por la tarde, después de un trankilo poleo menta y una sesión de televisión nada provechosa (no me akuerdo ni de lo ke ví) decidí visitar el supermerkado. Iba a komenzar la Semana Santa y no kería pasármela entera komiendo makarrones kon tomate por muy rikos ke me salgan y por mucho ke me gusten. Mi alma necesitaba manzanas. Todo estaba trankilo, en la habitación de al lado Nines le daba un masaje a Tomy, la mía estaba rekogida y Kyke había salido. Aproveché la tapa de un block de post-its para eskribir mi mini lista de la kompra. Tuve ke ser selektiva, pensar en komprar sólo lo imprescindible y nada de komida basura. Tampoko kería llevar karrito y tenía poko dinero, debía ser efikaz. El hecho de pasear por el barrio sin kazadora, disfrutando del sol primaveral y sin nada ke disimulase mi larga falda de chándal, se konvirtió en un pekeño reto solitario. Todos los años me kuesta salir sin kazadora los primeros días del buen tiempo, una absurda desprotekción.
A la altura de la tienda de chinos eliminé mentalmente de la lista la adkisición de aceitunas rellenas de anchoa. Kizá fuera la primera vez ke hiciera kompra y no me llevara un par de latas. Y la idea no me parecía tan desekilibrada e inkietante. Komencé mi paseo por el konsumismo exterior al ke no deseaba unirme. Algo tan simple komo komprar manzanas me llevó por unos minutos a konvertirme en una pekeña Colombo y en un sospechosa ladrona para el personal trabajador. El último día ke estuve allí llené mi bolsa de plástiko kon manzanas elegidas por mi mano plastifikada, pero me dí kuenta de no tener ni puñetera idea de etiketarlas. Las metí en el karro tal kual por si luego en la kaja kolaba. Y no koló. Así ke tenía ke averiguar dónde estaba la dichosa mákina. La mujer ke selekcionaba judías verdes sería mi objeto a observar. Pero ella siguió eligiendo frutas y hortalizas durante un rato y yo seguía kon mis kuatro manzanas rojas esperando a ser selladas. No la perdí de vista, al tiempo ke me parecía ke el resto de personas no me perdían a mí. Y kuando ya estaba en la fase de kolokar mis Actimel L. Casei inmunitas por 1.49 en la cesta verde, fuí espektadora del gran sekreto. Una balanza se iluminó kon fokos halógenos de escenario de kabaret al fondo justo del lokal. Un hombrecillo kon gorro absurdo pesaba la merkancía de la buena señora. Y yo, deskubridora de Amérika, me dirigí hacia allí. Todo había vuelto a la más sórdida realidad kuando alkancé la balanza: ni fokos, ni malabarista, ni maruja konvertida en gruppie. Me dispuse a elegir la tekla exakta para deskribir mis manzanas, miles de botoncitos se mostraban soberbios ante mi kara de frustración. "Pero por favor ¿tan difícil es komprar kuatro putas manzanas? la próxima vez utilizaré el método tradicional: la frutería". Entonces fue kuando llegó la estrella de la función venido a menos kon su kara de "¿kékoñokreeskehaces?" me arrebató mi bolsita de plástiko y ¡oh, magia! supo a ké tekla dar para para ponerle un lacito de papel y números a mi tesoro. Perdón, risa tonta y eskapada por el karril de los limones.
El resto de la velada en el Ahorramás transkurrió sin sobresaltos.